sábado, 1 de diciembre de 2007

estas ocurrencias no tienen orden. perdonen la carencia estética y diseñativa







La cooperativa de los payasos sacó un nuevo decreto
luego de la asamblea del pasado osvaldo, y después de una ardua lucha,
prohibieron el uso de autos No- ratones alemanes...
comprendemos lo lamentable de la existencia de esos autos,
pero como siempre siguen los payasos luchando por reír después de las desgracias.

Agradezcámosles.

jueves, 15 de noviembre de 2007

A un dios desconocido

Quienquiera seas
no vengas ya.
Los dientes del tigre se han mezclado a la semilla,
llueve un fuego continuo sobre los cascos protectores,
ya no se sabe cuándo acabarán las muecas,
el desgaste de un tiempo hecho pedazos.

Obedeciéndote hemos caído.

-La torre subía enhiesta, las mujeres
llevaban cascabeles en las piernas, se gustaba
un vino fuerte, perfumado. Nuevas rutas
se abrían como muslos a la alegre codicia,
a las carenas insaciables. ¡Gloria!
La torre desafiaba las medidas prudentes,
tal una fiesta de estrategos
era su propia guirnalda.
El oro, el tiempo, los destinos,
el pensar, la violenta caricia, los tratados,
las agonías, las carreras, los tributos,
rodaban como dados, con sus puntos de fuego.

Quienquiera seas, no vengas ya.
La crónica es la fábula para estos ojos tímidos
de cristales focales y bifocales, polaroid, antihalo,
para estas manos con escamas de cold-cream.
Obedeciéndote hemos caído.

-Los profesores obstinados hacen gestos de rata,
vomitan Gorgias, patesís, anfictionías y Duns Scoto,
concilios, cánones, jeringas, skaldas, trébedes,
qué descansada vida, los derechos del hombre, Ossian,
Raimundo Lulio, Pico, Farinata, Mío Cid, el peine
para que Melisendra peine sus cabellos.
Es así: preservar los legados, adorarte en tus obras,
eternizarte, a ti el relámpago.
Hacer de tu viviente rabia un apotegma,
codificar tu libre carcajada.
Quienquiera seas
no vengas ya.

-La ficción cara de harina, cómo se cuelga de su mono,
el reloj que puntual nos saca de la cama.
Venga usted a las dos, venga a las cuatro,
desgraciadamente tenemos tantos compromisos.
¿Quién mató a Cock Robín? Por no usar
los antisudorales, sí señora.

Por lo demás la bomba H, el peine con música,
los detergentes, el violín eléctrico,
alivian el pasaje de la hora. No es tan mala
la sala de la espera: tapizada.
- ¿Consuelos, joven antropólogo? Surtidos:
usted los ve, los prueba y se los lleva.
La torre subía enhiesta,
pero aquí hay Dramamina.

Quienquiera seas
no vengas ya.
Te escupiríamos, basura, fabricado
a nuestra imagen
de nilón y de orlón, Iahvé, Dios mío

Cortázar, Julio, "A un dios desconocido", en Salvo el crepúsculo, Alfaguara, Buenos Aires, 2004.

lunes, 29 de octubre de 2007

Un cerebro más en tu copa - simplemente impresionante

Nadie conoce tu roca pero sí tu piel de alas
de eso hablábamos siempre.
Tomar vino es saludable para el dolor de los huesos
y la risa nuestro aliado (favorito)

En el festín besé y besé tus alas
seis soles masacrándose en orgasmos confiados
seis soles a la espera en las grietas de la tierra
y algo en cada cuerpo me dice que estás lejos.

Seis aguas vinieron conmigo hasta quedarse sin labios
Nadie sabía tu nombre en tu gran mansión de espinas
Estirá tu piel, gritá tus uñas y besá entre la roca
Estirá tu piel, y olé palmo a palmo las paredes.

Tu mirada me derrite junto a las más secas traiciones
de mis párpados cansados que odian más tu olor a grito
hacete escamas y miel y derretite entre mis dedos
noche buena para vestirse, pacto secreto.

Salpica la noche
el cielo a la carne.

Un cigarrillo aplastado y una corbata entre llamas
vos atravesaste el vidrio para beber el vacío
te uniste al sucio asfalto para reír mi mirada.
Noche buena para morirse. Pacto secreto.

Con este sol quemé y quemé tus alas
y desplegué ese fuego junto a mi vaso de heridas
hundí de arena tus ojos para florecer tu cráneo
y deseé un cerebro decente para esta escalera de huesos.

La sangre sería hermosa si me habituara a tu vientre
y a tu boca salpicándola en cada instante placentero.
Volá alto para el engaño en mi baba de lagarto
y salpicá aún más la noche desde el cielo hasta la carne.

Yo salí a gritar resaca y a escupir mi sed de besos
salí a masacrar recuerdos y el aliento y el deseo
planeando batallas con que arropar mis heridas.
Desde el festín yo fui un cerebro más en tu copa.

Salpica la noche
el cielo a la carne.


Julián Ferreyra... que de paso me gustaría saber quién es!!!

miércoles, 17 de octubre de 2007

desde el porvenir de una ilusión.. al más allá del padre

"Tal como nos ha sido impuesta la vida nos resulta demasiado pesada, nos depara excesivos sufrimientos, decepciones, empresas imposibles. Para soportarla no podemos pasarnos sin linitivos (no se puede prescindir de las muletas, nos ha dicho Theodor Fontane). Los hay quizás de tres especies : distracciones poderosas que nos hacen pequeñas nuestras miserias; satisfacciones sustitutivas que nos la reducen; narcóticos que nos tornan insensibles a ellas.Los hombres saben que con ese quitapenas siempre podrán escapar al peso de la realidad, refugiándose en un mundo propio que ofrezca mejores condiciones para su sensibilidad. También se sabe que es precisamente esta cualidad de los estupefacientes la que entraña su peligro y su nocividad. En estas circunstancias aun llevan la culpa de que disipen estérilmente cuantiosas magnitudes de energía que podrán ser aplicadas para mejorar la suerte humana."

S. Freud, "Capítulo II", en El malestar en la cultura, Obras completas, tomo VIII, Biblioteca nueva, ?, página 3024.

miércoles, 10 de octubre de 2007

reposá coco pensante que te va a matar el sueño


¿Qué importan ya tus ideales?

¿Qué importa tu canción?

LA GRASA DE LAS CAPITALES PUDRE TU CORAZON



intentar sembrar ese camino que nunca florece

martes, 9 de octubre de 2007

lunes, 8 de octubre de 2007

el amor y el caos juntos... lo más humano aniquilado, no quedan personas, porque por ese aguila los humanos se hicieron lo peor de lo animalejo.. a esto lo escribió robocop .. montado a caballo y usando desodorante en crema

... reconozcan su linaje

"...como el trapito de bajar la olla, como un monigote pintado en la pared, y que siempre andaban desbarrando contra ella por los rincones, llamándola santurrona, llamándola farisea, llamándola lagarta, y hasta Amaranta, que en paz descanse, había dicho de viva voz que ella era de las que confundían el recto con las témporas, bendito sea Dios, qué palabras, y ella había aguantado todo con resignación por las intenciones del Santo Padre, pero no había podido soportar más cuando el malvado de José Arcadio Segundo dijo que la perdición de la familia había sido abrirle las puertas a una cachaca, imagínese, una cachaca mandona, válgame Dios, una cachaca hija de la mala saliva, de la misma índole de los cachacos que mandó el gobierno a matar trabajadores, dígame usted, y se refería a nadie menos que a ella, la ahijada del duque de Alba, una dama con tanta alcurnia que le revolvía el hígado a las esposas de los presidentes, una fijodalga de sangre como ella que tenía derecho a firmar con once apellidos peninsulares, y que era el único mortal en ese pueblo de bastardos que no se sentía emberenjenado frente a dieciséis cubiertos, para que luego el adúltero do su marido dijera muerto de risa que tantas cucharas y tenedores, y tantos cuchillos y cucharitas no era cosa de cristianos, sino de ciempiés, y la única que podía determinar a ojos cerrados cuándo se servía el vino blanco, y de qué lado y en qué copa, y cuándo se servía el vino rojo, y de qué lado y en qué copa, y no como la montuna de Amaranta, que en paz descanse, que creía que el vino blanco se servía de día y el vino rojo do noche, y la única en todo el litoral que podía vanagloriarse de no haber hecho del cuerpo sino en bacinillas de oro, para que luego el coronel Aureliano Buendía, que en paz descanse, tuviera el atrevimiento de preguntar con su mala bilis de masón de dónde había merecido ese privilegio, si era que ella no cagaba mierda, sino astromelias, imagínense, con esas palabras, y para que Renata, su propia hija, que por indiscreción había visto sus aguas mayores en el dormitorio, contestara que de verdad la bacinilla era de mucho oro y de mucha heráldica, pero que lo que tenía dentro era pura mierda, mierda física, y peor todavía que las otras porque era mierda de cachaca, imagínese, su propia hija, de modo que nunca se había hecho ilusiones con el resto de la familia, pero de todos modos tenía derecho a esperar un poco de más consideración de parte de su esposo, puesto que bien o mal era su cónyuge de sacramento, su autor, su legítimo perjudicador, que se echó encima por voluntad libre y soberana la grave responsabilidad de sacarla del solar paterno..."

García Márquez, Gabriel, Cien años de soledad, Argos Vergara, Madrid, 1980